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Sala 001
La figura de la legendaria Cleopatra VII Filópator (69-30 a.C.) no cesa de ser noticia. La última reina de Egipto, descendiente directa del general macedónico Ptolomeo Lago, uno de los herederos (diadokós) de Alejandro Magno, amante, primero de Julio César, y años más tarde, de Marco Antonio, hija y madre de Reyes, la mujer más culta de su época –hablaba siete idiomas y fue protectora de las Artes-, la sofisticada estadista que volvió a convertir a la capital de su reino, Alejandría, en la ciudad más fabulosa de un mundo, ha vuelto a la actualidad ya que la expedición de la arqueóloga Kathleen Martínez ha anunciado el próximo hallazgo de la tumba de la reina, y de su amante el triunviro Marco Antonio, tras la muerte de ambos en agosto del 30 a.C.; según la hipótesis de Martínez, que excava allí desde 2004 y ha encontrado indicios en esa dirección, la reina y el general Marco Antonio se hallan enterrados en el templo ptolemaico de Taposiris Magna, a cincuenta kilómetros al este de Alejandría, un templo dedicado a la diosa Isis, la preferida de la reina, y con la que se identificaba.
Por otra parte, la extensa bibliografía en español sobre Cleopatra ha culminado con la reciente traducción por Amelia Pérez del Villar en edición de Fórcola Ediciones, colección Periplos, dirigida por Javier Jiménez, del ensayo de la afamada autora norteamericana Lucy Hughes-Hallett Cleopatra: mujer, reina y leyenda, que ha conmocionado los parámetros hasta entonces existentes de la monarca de las tres culturas –egipcia, griega y romana-, ya que aborda el estudio de cada una las imágenes de esas Cleopatras fascinantes que han sufrido, a lo largo de dos milenios de Historia, diversas y antagónicas interpretaciones, recreaciones y todas metamorfosis posibles.
En su exhaustiva investigación Lucy Hughes-Hallet analiza las distintas visiones históricas sobre Cleopatra, desde la de los cronistas más o menos coetáneos –al servicio de la maquinaria propagandista romana, que, sin embargo, se dejaron seducir por la ambigua grandeza del personaje-, hasta las múltiples interpretaciones históricas que se han venido realizando desde el Renacimiento, pasando por la Ilustración, el Romanticismo y el mundo contemporáneo. La calidad simbólica de su figura, su apasionante biografía, su voracidad sexual, el destino de sus cuatro hijos, sus polémicas decisiones políticas y militares, su supuesta crueldad en una corte degenerada de envenenadores y conspiradores, y, por último, su enigmático suicidio, viene subyugando, hasta hoy, a poetas, novelistas, dramaturgos, pintores, músicos y cineastas, que han puesto en pie y alimentado un teatro imaginario en torno a la mujer que ha sido considerada la más famosa de la tierra.
Lucy Hughes-Hallet dedica un apartado especial a la mirada que el teatro –Sara Bernhard o Helen Mirren- y el cine han realizado acerca de Cleopatra, que precisamente en este último medio ha sido interpretada por una lista significativa actrices: Theda Bara para el cine mudo, Claudette Colbert, Vivian Leight, Amanda Barrie, Rhonda Fleming, Sofía Loren, Linda Cristal, y sobre todo, en la superproducción de Josep Mankiewicz, Elizabeth Taylor, cuya tras su interpretación se ha llegado a acuñar el término Cleopatra-Taylor.
Por lo tanto, la leyenda de Cleopatra, sustentada en los extremos, se ha mantenido dentro de los parámetros de una sugestión que mezcla las motivaciones políticas con las sexuales. El deseo de lo extraño, la realeza, el masoquismo, la ética del suicidio, la retórica del racismo, la publicidad y el poder de seducción son, entre otros, los ingredientes que han creado un cóctel explosivo llamado Cleopatra.