Salvador Távora: “El teatro es un acto de vida” (Entrevista inédita), por Carmen Alcántara y José Antonio Sedeño

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El dramaturgo y director teatral Salvador Távora murió en la madrugada del pasado 8 de febrero en la Clínica Fátima de Sevilla a los 88 años tras una larga batalla contra el cáncer. Fue enterrado en el Cementerio de San Fernando en una despedida multitudinaria. No es posible entender la evolución del teatro en Andalucía sin su figura. Fundador del Teatro de La Cuadra, heredero confeso de esos andaluces trágicos que Lorca señalaba, fue un innovador, activista y libérrimo creador que sirvió para forjar escénica y visualmente una imagen de Andalucía profunda y alejada de los tópicos. Desde el teatro comprometido y de reivindicación social en los setenta con Quejío, hasta esa versión flamenca de la ópera Carmen de Bizet, Távora fue siempre maestro en las vanguardias con los pies hundidos en la tradición. Para honrarlo, reproducimos aquí esta entrevista inédita realizada por el director teatral José Antonio Sedeño y la actriz Carmen Alcántara, ambos profesores de la ESAD de Málaga, hace unos años donde Távora muestra en viva voz su estética y compromiso.

(Capilla ardiente en Sevilla en la muerte de Távora)

 

El 1 de mayo del 2002 entrevistamos a Salvador Távora, dentro de la recogida de datos para una investigación cualitativa sobre el teatro andaluz, que forma parte de una tesina de Carmen Alcántara que permanece inédita y de la tesis de José Antonio Sedeño cuyo resumen publica la Universidad de Castilla la Mancha con el título “Notas sobre el teatro andaluz de creación (1972-2002)” incluida en “Artes de la escena y de la acción en España: 1978-2002”. La extensión original de la transcripción de esta entrevista es de dieciocho páginas, hemos realizado un breve resumen donde se recogen algunas de las inquietudes de un creador revolucionario para nuestra escena y un profesional tan generoso como apasionado. Queremos que esta recopilación sea un homenaje a su memoria y un reconocimiento a su aportación al teatro.

 

Carmen: ¿Cómo te acercaste al teatro?

Távora: Los tres fundamentales donde me apoyo creativamente cuando empiezo son el trabajo manual y de talleres, el mundo del toro y el mundo del cante (…). Pertenecían a mi experiencia vivencial, a mi cultura vivencial. La otra cultura, la cultura de la lectura, la cultura del estudio, esta cultura que también te ayuda empezar a descubrir cosas en ti… pero no es la que yo he cultivado. Yo trabajaba aquí al lado de HYTASA en los talleres mecánicos. Vivía aquí en el Cerro del Águila, el matadero está ahí frente a donde yo vivía. El taller mecánico… y por las noches saltaba las tapias del matadero para torear y el mundo cante que se vivía aquí mismo en el barrio. Había cantaores en aquel tiempo que iban por las tabernas… Era todo un mundo que vivía yo cotidianamente, sin darme cuenta, pero lo vivía (…).

(A pasito seguro es un tema de Salvador Távora para su espectáculo Herramientas (1977). Está editado por Artimagen Producciones con imágenes fotográficas de algunos de los primeros espectáculos de Salvador Távora y la Cuadra de Sevilla)

 

Entonces todo eso conforma un mundo que…  cuando empiezo el primer espectáculo con Quejío. Bueno, primero voy con Oratorio, me uno a la gente del Lebrijano y hacíamos espectáculos que no tenían nada que ver con el modelo tradicional, no porque estuviéramos en contra del modelo tradicional –yo no he estado nunca contra el modelo tradicional de teatro- es que no lo conocía. Entonces en lo que yo intentaba hacer como espectáculo teatral no incluí el texto, ni los defectos ni la eficacia del modelo tradicional. La sorpresa fue cuando la gente decía: ¿Qué tipo de teatro es este? ¡Pues no sé, porque yo no lo tenía clasificado! pero estaba todo: el mundo del toro porque había un riesgo muy fuerte (yo entendía la expresión y la comunicación como un riesgo fuerte), los bidones, las cuerdas, las piedras… que era un mundo que pertenecía mucho al taller, al toro y al cante. Y del taller, del toro y el cante nació una forma de expresión. Como una especie de alfabeto de signos y de acciones que yo he ido, en un espectáculo y en otro, con ese alfabeto contando las cosas que yo quería contar.

Después vienen Los Palos, el compromiso con Lorca (se hacían cosas de Lorca, pero no cosas por Lorca), yo en aquel tiempo decidí hacer un espectáculo por Lorca, no de Lorca. Hicimos Los Palos donde Lorca caía bajo unos palos en una especie de poética física que [palabra incomprensible] para sí de movimiento, lo físico… tenía un sentido musical todos los movimientos físicos en el escenario.

 

Carmen: ¿Tenía una razón más social el teatro que hacías y más poético ahora o piensas que eso ha ido creciendo paralelamente? Antes comentabas que las cosas no se podían decir y por eso se decían cantando… ¿era tu teatro al principio más social? ¿En qué crees que has cambiado tu poética?

Távora: ¡Era más bruto! Veras por qué era más bruto. Había un crítico que titulaba la crítica “teatro bruto”. Era más descaradamente social, y ahora es igual… pero la agresividad se administra más sabiamente. Al principio eran los tirones de cuerda, la cosa de querer estar con el público, el ponerle el hocino y a guadaña a la gente en la cara, era como más bruto. Ahora tienen las mismas cosas, pero tienen… yo no diría más refinamiento, ¡más sutileza! Pero es igual, tiende a ser igual.

Yo creo que en todos los espectáculos… Ahora por ejemplo con Villalón, hay dos motivos para hacer Villalón. Una historia bonita:  Villalón era un ganadero de la sociedad andaluza que reniega de su casta y de su gente porque se une a una mujer de la Puerta de la Carne y vive con ella toda su vida. Es despreciado por los de su clase y se arruina queriendo buscar una ganadería de toros con ojos verdes. Una cosa absurda y tonta como le ocurre a los poetas. Y se arruina y además era precursor de Lorca y Alberti. Es totalmente desconocido y es el poeta del cual beben Lorca y Alberti hasta cansarse y está enterrado (…). ¿Por qué va a tener una connotación social solamente lo que se esté diciendo por las claras? También lo es que en el Villalón pasen las gentes ahora a saber su vida y su muerte: que muere en Madrid abandonado en un hospital, sin que nadie lo conozca, habiendo sido lo que fue Villalón en la literatura. (…) Esto yo creo que es la misión del teatro, sin dejar de tener un discurso agresivo, hoy tiene un discurso más poético. El teatro tiene que cumplir una función social, sino cumple una función social no tiene ningún tipo de sentido. Su función social, esté situada en el plano que se sitúe, y su función artística naturalmente, porque es un arte por encima de todo. Debe ser un arte por encima de todo.

Quejío 2018

 

Carmen: ¿La estética del espectáculo está ligada con el flamenco o es una manera de entender el movimiento?

Távora. ¡Es una manera de entender el movimiento, pero por suerte aún sin clasificar!

 

Carmen: ¿Cómo lo haces?

Távora: Mira, por ejemplo, en Carmen es muy fácil explicarlo. En Carmen hay varios códigos. Carmen es una bailaora de flamenco, pero Carmen no puede bailar con la guitarra, ni con los códigos establecidos por la guitarra, sino con una banda de cornetas y tambores que tiene un ritmo y unos parones y una estructura que te obliga a tener para bailar otra gesticulación. Tú no puedes bailar con la gesticulación que has aprendido o digamos con la habitual, tú tienes que buscar otra gesticulación. Los movimientos, sin que ellos se den cuenta, al bailar la danza cuando están en la muerte del Manuel, están haciendo una gesticulación que ellos no conocían. Porque para llegar a tiempo a los cortes de las cornetas tienen que variar toda su gesticulación (…)

(Grabación de Carmen, de Salvador Távora, emitida por RTVE)

 

Carmen: ¿Tiene que ver más con la visceralidad del sentimiento andaluz?

Távora: Es una, como te diría… una ruptura no premeditada. Una ruptura que nace del atrevimiento de poner distintos elementos antes no combinables. Nadie bailaba antes con una banda de cornetas y tambores. El poner esas dos cosas que pertenecen a tu cultura: el baile y la banda de cornetas y tambores, ahí se produce un descubrimiento de comunicación que, naturalmente, ha venido por el atrevimiento de poner esas dos cosas, porque lo lógico es que estuviera una guitarra (…).

 

José Antonio: ¿Tú crees que “Carmen” condensa todos los elementos de atrevimiento? ¿Son los más representativos de esa línea de trabajo?

Távora: ¡Sí! (…) Carmen tiene también una función social. La función social de recuperar la dignidad de Carmen de la imagen nuestra andaluza por ahí (…). Los dos últimos espectáculos siempre recogen lo mejor. Aunque llega un momento que piensas: “a mí que me gustaba Andalucía Amarga en aquel momento. ¡Qué bonito con las maquinas, la retroexcavadora que cogía a la gente y la llevaba, la primera vez que sacan una máquina a un escenario!”, en fin. Tiene otros recuerdos nostálgicos de aquellos espectáculos. Bastante igual, aparte de un texto griego, hacerlo todo con claves andaluzas…

 

José Antonio: Eso fue “Bacantes”…

Távora: Bacantes fue también un trabajo muy intenso y sobre todo muy de acercamiento a la literatura, sin utilizar la literatura.

 

José Antonio: ¿Es la primera vez que tú montas un texto?

Távora: Bueno primero se trabajó Lorca en Nanas de espinas y después el otro el de Eurípides que siempre decía la gente: “Lorca, si viviera, se horrorizaría” en Madrid cuando llegamos con Bacantes dijo López Sancho, ese periodista que murió que era tan considerado, dijo: “de los tres mil versos que tiene Las Bacantes, el señor Távora los ha destrozado todos; ha destrozado Las Bacantes entera, aquí no hay más que tres versos”… Pero claro, como nadie sabe lo que dijo Eurípides o lo que hubiera dicho Lorca yo me callaba, pero cuando estrenamos el texto de Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, salió en toda la prensa que cuando García Márquez vio lo que habíamos hecho en Crónica de una muerte anunciada y el autor entró emocionado nos dio los brazos y nos dijo: “Salvador dame un abrazo, menos mal que encuentro alguien más loco que yo. La hora y pico más corta de mi vida”.

 

 

Carmen: Tú sueles trabajar con un grupo de gente que tiene formación en baile o ha bailado o son actores… ¿Qué es lo que a ti te parece más importante a la hora de montar un espectáculo?

Távora: Verás, yo tengo cosas muy rápidas y muy directas con las que no cabe equivocarse (…). No hago que nadie se mutile, si acaso me mutilo yo pensando en que no debo de quitarle a nadie su capacidad de comunicar de por él. Utilizo la energía personal de él (…). Yo llamaría a las cosas nuestras “presentaciones” más que representaciones. Porque en realidad son presentaciones. Presentaciones de ciertas figuras, presentaciones de ciertos movimientos, pero no representaciones (…). Aquí los jinetes en Villalón y en el Don Juan son jinetes, pero están comunicando. Están comunicando, van con la garrocha encendida hay en medio un fuego y hay una tensión dramática: van los cinco con la garrocha acercándose, acercándose, acercándose… ahora que tú sabes que al llegar va a haber una fogarada grande, una llamarada grande… y hay una tensión geométrica que es la poética de la geometría. La geometría tiene una poética y unas tensiones que yo utilizo mucho en mis montajes (…). No tienen por qué interpretar o fingir terror, los actores son actores, tienen verdadero terror. Tienen que tener la voluntad de aguantarlo. Es la voluntad de participación, esa voluntad de participación como yo les hablo, hace que todas sus expresiones sean auténticas y creíbles. Todas. Es un teatro no de la crueldad que decía Artaud ese tipo de crueldad prefabricada, sino una crueldad más dura. Una crueldad, como te diría, más directa. Había un espectáculo nuestro que era Identidades donde había una maquina segadora que venía persiguiendo a dos bailarines de clásico que venían haciendo como una especie de huida de la máquina y si se descuidaban, si ese terror que tenían huyendo no estaba bastante receptivo… a uno le cortó la maquina un dedo, el dedo gordo del pie en una función. Se descuidó y le corto un dedo gordo. Y esto te hace que en absoluto un actor pueda dejar de estar ni un momento receptivo en un espectáculo desde que aparece.

 

Carmen: ¿Cómo un acto de vida, Salvador?…

Távora: ¡Cómo un acto de vida!  y aquí pasa igual: Los caballos vienen y el actor está con la antorcha y sabe que tiene que quedarse quieto y quedarse quieto porque si no, no alumbra y no ve ni él ni el caballo y si el caballo le da vuelta cerca y se retira… un desastre. Tiene que aguantar y está aguantando con un miedo terrible. La voluntad de participación es lo que hace que creíble lo que ocurre en los espectáculos míos. Esa voluntad de participación. Mucho más que la capacidad interpretativa, que tiene también su sentido en otros momentos. ¿Por qué? por el atrevimiento mío de combinar (…). No concibo el arte sin que haya una comunión con el riesgo.

(Entrevista en Canal Sur TV a Salvador y a su hija Concha Távora, tras la concesión del Premio Max de Honor a Salvador en 2017)

 

 

 



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