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“La crónica es por naturaleza un género desobediente […] Depende de la historia que se cuenta, de la mirada de su autor, del tiempo que le ha dedicado, de si ha tenido un editor como colaborador secreto, de lo que ha descubierto con el pretexto de contar una historia, de dónde la publicará y hasta de la suerte. Como en todo, hay buen o mal periodismo, buena o mala literatura”. El editor Julio Villanueva Chang (Lima, 1967) se refería en estos términos a la crónica en una entrevista concedida a Roberto Valencia y publicada por el periódico salvadoreño La Prensa Gráfica en 2009. Ocho años han pasado desde estas declaraciones, y a pesar de los cantos apocalípticos que anuncian la muerte del papel, el sol sale por la mañana y los periódicos se siguen, con esfuerzo titánico, editando. Conteniendo sus correspondientes crónicas. Y la gente sigue reuniéndose en espacios físicos para atender, como ocurrió el pasado lunes 16 de enero, a las palabras de Villanueva Chang y del periodista Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978), ambos invitados al ciclo Etiqueta Negra, coordinado por Teodoro León Gross, dentro de la programación de La Térmica. La crónica negra –o “roja”, como la llaman allá en Hispanoamérica– era la cuestión a debate, en este caso, a propósito de los límites de la realidad-ficción, y con el hito de Truman Capote como paradigma necesitado de revisionismo, pendiente de seguir reivindicando, o de ambas cosas. Enfrente tenían un público generacionalmente pendular, entre la evidente veteranía y la rumbosa juventud (¿con Jabois, estrella del rock en la intimidad, como jocosamente se define a sí mismo, cual reclamo principal?). El evento comenzó sobrepasado el crepúsculo, y lo hizo bajo el título de ‘Retrato criminal: la tentación de la literatura «a sangre fría »’.
Que a Capote se le fue la mano con la ficción, fuera consciente o no –como apunta Jack Shafer aquí–, es bastante conocido, habida cuenta de los numerosos libros y estudios dedicados a ‘In Cold Blood’. Villanueva, editor de Etiqueta Negra (sí, la revista de periodismo narrativo peruano y el ciclo comparten nomenclatura), señaló esta sospecha nada más comenzar el diálogo moderado por León Gross. La cercanía emocional que el escritor mostraba al detective que investigaba los horribles sucesos de Holcomb, en Kansas, queda patente durante la correspondencia entre ellos. “En aquellas cartas, dentro de un supuesto trabajo de campo serio, la supuesta pureza de su obra se cae. Esquire sospechaba ya en su momento de la falta de rigurosidad… claro que era competencia del New Yorker”, añadió. Aunque los intereses editoriales enturbiasen la duda, lo cierto es que en una época en la que el fact-checker se ha convertido en una obsesión casi, la discusión es pertinente… solo que para Jabois se muda del periodismo al arte mismo: “Él era un artista, y los artistas son los que trascienden, no es un crimen que vaya a dar para trescientas páginas, aburriría, pero si tienes una voluntad artística ya lo conviertes en otra cosa, es un ejercicio artístico”. Sigue siendo oportuno, entonces, definir lo que es un trabajo periodístico, separarlo del resbaladizo terreno en el que se mueve lo no-ficcional.
«Sigue siendo oportuno, entonces, definir lo que es un trabajo periodístico, separarlo del resbaladizo terreno en el que se mueve lo no-ficcional.»
En este sentido, el peruano insistió en el anecdotario de Capote, que incluye la famosa entrevista a Marlon Brando, así como la reacción del propio actor al leerla, de franca contrariedad: “este pequeño bastardo empezó a hablar de sus problemas y llegado cierto momento en la noche, pensé que tendría que hablar de los míos”. Existe una estrategia de seducción por parte de la persona que quiere obtener una historia; otra cosa son las tácticas. Jabois se refirió al modus operandi propio seguido a la hora de elaborar las crónicas del “caso Asunta”, uno de esos sucesos que oscurecen la raza humana: “me interesaba alguien cercano a su madre [Rosario Porto] que fuera parecido a mí… y di con una testigo, una de las mejores amigas de la madre, que estuvo en las horas decisivas, desde que la niña desaparece hasta que es detenida por la Guardia Civil”. Ganarse la confianza de alguien que puede testificar es clave, puesto que su intención era, sobre todo, “reconstruir esas horas… cómo iba vestida, cómo contestaba el teléfono”. Encontrar un “enfoque de la civilización ante casos así”, no para hacer periodismo de investigación, sino con la finalidad de convertirse en cronista de los hechos. Aunque el periodista gallego reconoció que alguna que otra frase de las que escribió en su momento la eliminaría. ¿Por qué? “Entiendo que porque son opiniones valorativas, aunque sean frases literarias y potentes”. Ay, la opinión. Repeler el juicio de valor, abrazar el de hecho. O al menos mantenerse en el territorio de la verdad, aunque la tentación poética nos induzca finalmente a terminar valorando un hecho, cuando no directamente nos lleve a “literaturizar” lo que debería ser un reflejo de la realidad.
Cierto es que, como apuntó Villanueva, “la memoria propia y ajena son un desastre”, y que la tecnología lo está dificultando todo aún más. La memoria debió ser siempre un magnífico arsenal en esta profesión, especialmente cuando se trataba de abordar una historia con la mayor precisión posible. El gallego quiso tirar de la precisión para aproximarse a la verdad, acercándose al escenario íntimo de aquella familia bien, con sus veranos e inviernos; o a la madre de Asunta, en 72 horas desesperantes. Dijo Jabois: “Este tipo de reportajes tienden a expresarse con mucha opinión subjetiva o carga emocional… se tiende al barroquismo adjetivo. Me interesaba el diario de navegación de esa mujer”. Villanueva inquirió al colaborador de El País acerca de si la credibilidad de un testimonio no suponía un acto de fe… a lo que siguió una discrepancia abierta entre ambos cuando Jabois declaró su voluntaria distancia con respecto a los hechos. “El periodista no puede entrar en la cabeza de la gente”, señaló; a lo que su compañero replicó que él no podía “separar el porqué de los hechos”, reconstruyendo la historia sin más.
La crónica negra, ese género “tan exigente”, en palabras de Villanueva, y tan dependiente de las fuentes policiales (excesivamente, en una época complicada para financiar el trabajo periodístico; al fin y al cabo, desarrollar un buen texto periodístico requiere tiempo y, por tanto, dinero) tiene como misión introducirse en el fango humano. Quienes vieron o vivieron los casos abrirán el cofre de sus palabras, o no. Contaba la madre de una de las víctimas de ‘A sangre fría’ que Capote “no te entrevistaba, sino que te llevaba a un lugar determinado… la empatía supone un trabajo de tiempo, van de la mano”, concluyó el director de Etiqueta Negra. Y tanto. Podrían preguntarle a la amiga y compañera de Truman, la también escritora Harper Lee. La que le allanó el terreno hostil de una localidad en el Medio Oeste americano, nada acostumbrada a bregar con escritores abiertamente homosexuales como aquel Capote que “observaba, muchas veces sin tomar notas”. Al fin y al cabo, nunca fue un tipo muy obediente. Por eso escribió su propia crónica.
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Etiqueta Negra: ‘Retrato criminal: la tentación de la literatura «a sangre fría »’
Ciclo coordinado y moderado por Teodoro León Gross
Con la participación de Julio Villanueva Chang y Manuel Jabois. Febrero 2017.