Todos los lugares guardan la memoria de lo notorio que antes ha sucedido en ellos. A veces de manera explícita pues los espacios permanecen generaciones siendo lo que han sido a lo largo del tiempo. En algunas ocasiones una escultura, un monumento memorialista, una placa son las que se encargan de recordar al paseante algo de lo que allí sucedió. Otras veces, la memoria parece casi sepultada por sociedades que en su veloz crecimiento cambian por completo el paisaje y lo usos anteriores. Aun en esos casos, los territorios desprenden una memoria lábil, casi poética de lo que antes aconteció en ellos. Una palabra, un toponímico que actúa como hilo de Ariadna. En el caso de La Térmica, hay un hermoso edificio de estilo regionalista que se encarga de guardar el espíritu de lo que allí aconteció. Un edificio en principio proyectado por José Novillo, que terminó José Rivera Vera y donde hasta Fernando Guerrero Strachan llegó a hacer modificaciones. Hace ya ciento siete años que se inauguró por vía de las entonces aún joven Diputación Provincial lo que en su día fue la nueva Casa de Misericordia de la ciudad. Entonces aquella era una zona de arrabal, obrera y de paisaje fabril. Una zona de chimeneas, altos hornos y humos de horizonte. Algunas de esas chimeneas se intercalan hoy en un paseo marítimo que tiene nombre de nuestro actor más internacional, Antonio Banderas en una de las zonas de expansión urbana de la ciudad.
Esta casa que fue durante décadas de beneficencia y socorro, de acogida a niños huérfanos y ancianos abandonados ha tenido muchas y solapadas funciones a lo largo de su siglo largo de historia en función de los cambios sociales y políticos: casa cuna, casa de socorro, asilo, hospital de sangre para heridos de guerra, escuela, centro de formación, centro de acogida a refugiados políticos, residencia, sede de servicios administrativos de la Diputación Provincial, espacio de talleres de formación creativa y profesional y empleo, centro cultural, lugar de encuentro de asociaciones ciudadanas. Durante buena parte de los años de democracia fue conocida como el Centro Cívico. Y ya, por fin, desde finales de 2012 es la sede del más moderno laboratorio de cultura contemporánea de la ciudad.
Un espacio que se bautizó con un topónimo cercano que ya no habla de urgencias y socorros sociales y cívicos sino de pulsos y temperatura: La Térmica. El centro donde se toma la temperatura a lo que sucede artística, social, cultural, política y científicamente no sólo en la sociedad malagueña sino en el mundo global contemporáneo. Ya la sangre que por sus aulas corre es metafórica no de vida o muerte. Ya no se acoge a los que nada tienen o a los que quedaron heridos. Ya no es el último refugio de unos pocos, sino la casa de todos. Ahora es un centro de igualdad y esperanza. Donde también se construye futuro pero desde el rabioso presente.