Flaming Lips, un divertido descenso a la tristeza (con unicornios y confeti), por Álvaro Gastmans

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Sí, en La Térmica algunos somos muy fans de The Flaming Lips, la banda de Oklahoma liderada por Wayne Coyne que lleva llenando escenarios y regalando discos imperdibles desde 1983 y cuyos alucinantes espectáculos en vivo hicieron a la revista Q hace años nombrarla como una de las 50 bandas que hay que ver antes de morir. El músico, compositor, cantante e ilustrador gráfico Álvaro Gastmans fue a Bristol al finalizar el verano a cumplir ese propósito: ver a sus ídolos psicodélicos actuar en vivo antes de morirse. Aunque ha hecho ya muchas actuaciones, canciones y dibujos del mundo del rock, ésta es su primera crónica musical. La crónica de un fan entregado a uno de los mejores grupos de rock de la historia.

Flamin Lips, un divertido descenso a la tristeza (con unicornios y confeti), por Álvaro Gastmans

Esta es mi primera crónica escrita de un concierto y nada más empezar me asaltan las dudas. ¿Me expresaré correctamente? ¿Será demasiado corto? ¿Demasiado largo? etc… Pero sobre todo, lo que más me preocupa es el hecho de que soy muy fan de Flaming Lips y tengo miedo de que ese estado mental al final influya en no ser realmente objetivo o dejarme llevar por el torbellino emocional que me supuso el oír en directo canciones que han sido muy importantes en mi vida sepultado en confeti y globos gigantes.

Flaming Lips tienen una carrera ya de 30 años, que no voy a resumir aquí; llegaban a Bristol a presentar su nuevo disco “Oczy Mlody”, un sonido electrónico y oscuro que no renuncia a la psicodelia que les aupó desde 1999 y con su obra maestra “The Soft Bulletin”, como uno de los mayores renovadores del rock ácido y experimental.

Colston Hall es un espacio alucinante, con un techo enorme, y zona para estar de pie (las primeras plazas que volaron al poner a la venta las entradas) y asientos en la planta alta. Nada más sentarme veo a los lados del escenario 4 enormes champiñones hinchables entre una gran cantidad de grandes globos donde se apostaban los ayudantes, preparándose para lanzarlos al público. Debo admitir que no pude ver mucho de la banda telonera, los escoceses HAPPY MEALS con un sonido electrónico envolvente y bailable, pero que tocaron su última canción cuando me senté.

Arranca el concierto entre gritos del público, muchos de ellos vestidos con disfraces multicolores y estrambóticos, ya mentalizados de que va a ser una gran concierto. Y empieza la fiesta.

Suenan los acordes de “Race for the price” y una vez los redobles marcan la entrada de la canción, una verdadera explosión de globos enormes, confeti, humo y luces se adueña del espacio; es un espectáculo vibrante con un sonido impecable gracias a la banda de 4 miembros que apoya al trío original. Un verdadero despliegue apabullante y sólo estamos en el primer tema.

Pero no decae, segundo tema y tocan “There should be unicorns” de su último álbum “Oczy Mlody”, Wayne Coyne desaparece del escenario y de repente se monta un barullo en la zona baja donde está el público de pie; el cantante aparece a lomos de un unicornio empujado por dos asistentes y canta entremezclándose con el público. Tercer tema “Yoshimi battles the pink robots part 1” y un gigantesco robot se va inflando a medida que avanza la canción.

A partir de ahí suenan grandes éxitos de la banda, centrados en 3 de sus discos “The Soft Bulletin” “Yoshimi”, “At war at the mystics” y dos temas de su último álbum, con un espectáculo de luces hipnótico no apto para epilépticos (The W.A.N.D) y a veces desconcertante que muestra que esto es un espectáculo mayúsculo. La banda sonaba confiada y contundente (2 baterías) en un repertorio de pequeños clásicos, combinando sonidos hipnóticos, electrónica y guitarras rockeras. También hay momentos en los que bajan el ritmo y Wayne Coyne junto a Steven Drozd (el nucleo compositivo del grupo) al piano nos ofrecen una bonita versión de su tema “Waiting for superman”.

Cabe destacar el homenaje que hicieron a David Bowie tocando “Space Oddity”, momento cumbre con Wayne Coyne dentro de una burbuja de plástico lanzándose al público que lo fue llevando de un lado a otro de la sala.

Es curioso destacar que al dirigirse al público, Wayne Coyne repite varias veces que aunque las canciones pueden tener un trasfondo triste y que tienen el potencial de hacernos sentir mal, ellos sólo quieren que lo pasemos bien. Lo cierto es que ese puede ser el resumen de un concierto que fue de más a menos en cuanto a pirotecnia, pero no en intensidad, un divertido descenso a la tristeza de la mano de unicornios y confeti. “Do you realize?” cierra el concierto, un perfecto resumen de lo vivido esa noche, una canción alegre con un estribillo que canta a la muerte “Do you realize? That everyone you know, someday will die…”.



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