Entrada libre hasta completar aforo.
Sala 001
Inteligente, trabajadora y vitalista, aunque también violenta y depresiva, la estadounidense Sylvia Plath (1932-1963) aspiraba a ser “la única poetisa en el mundo feliz de ser mujer”. Quería escribir obras brillantes; enamorarse; publicar, ganar dinero, obtener premios; viajar; tener hijos… Lo quería todo; ¿por qué no?… Ah, porque era mujer, y las mujeres deben elegir: o amor o éxito. Eso, al menos, temía ella. La aparición en su vida de Ted Hughes, un hombre guapo, viril, poeta de talento, que respetaba a la poeta que ella era, le hizo creer que había resuelto su dilema. Hasta que las cosas se torcieron… Plath murió, por propia mano, demasiado joven. Pero nos ha dejado un material valiosísimo para reflexionar sobre el problema, en absoluto resuelto, del acceso de las mujeres a la creación y a la vida pública.
Laura Freixas (Barcelona, 1958) es escritora, y también estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres. Ha coordinado las antologías Madres e hijas (1996) y Cuentos de amigas (2009) y ciclos de cine sobre Maestras y discípulas y Marujas, entre otros. Es crítica literaria, columnista en el diario La Vanguardia y conferenciante en instituciones españolas y extranjeras. Ha sido profesora invitada en varias Universidades de Estados Unidos y ostenta la presidencia de honor de la asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura. Es autora de novelas, relatos, ensayo, diario y autobiografía. Sus últimos libros publicados son la novela Los otros son más felices (2011), el diario Una vida subterránea (2013) y la colección de ensayos El silencio de las madres (2015). Próximamente aparecerá un nuevo volumen de su diario: Todos llevan máscara. Diario 1995-1996.
Mujer que sabe latín
FIGURAS DE MUJER. UNA DECONSTRUCCIÓN DE LOS PATRONES FEMENINOS TRADICIONALES
La experiencia y el punto de vista de las mujeres están muy poco presentes en la alta cultura. Sus vivencias no han sido objeto de conocimiento (de investigación, de estudio, de creación artística…) o lo han sido solo desde fuera, es decir, desde un punto de vista masculino: es lo que se conoce como “heterodesignación”. Un fenómeno que ilustra muy gráficamente Virginia Woolf en Una habitación propia, cuando narra cómo, al visitar la biblioteca del Museo Británico en busca de bibliografía, encuentra fichas de cientos de libros sobre las mujeres… todos ellos escritos por hombres (y ninguno, en cambio, de autoría femenina sobre los varones).
Podríamos explicarlo también recurriendo a un ejemplo extremo: el contraste entre el tratamiento que da la cultura a la guerra y a la maternidad. Mientras que aquélla, actividad masculina por antonomasia, es objeto de reflexión y de creación artística (relato histórico, poesía épica, cine bélico…), la maternidad queda relegada al ámbito médico o al de la subcultura (telebasura, autoayuda…). Lo mismo puede decirse de otras vivencias y situaciones femeninas: la condición y trabajo del ama de casa, los dilemas específicos de la mujer con ambición artística, la sexualidad femenina, la decisión sobre si proseguir o no un embarazo, la condición de madre de un hijo ilegítimo, la prostitución desde el punto de vista de la mujer prostituida… son otras tantas experiencias tan comunes y significativas para la mitad femenina de la población, como minimizadas o invisibles en la cultura dominante.
Otorgar a la experiencia y punto de vista femeninos el protagonismo que les corresponde es necesario al menos por dos motivos. Por una parte, para que la cultura refleje la sociedad entera, con toda su diversidad, y no solo a una pequeña fracción de ella, siempre la misma (varones blancos occidentales heterosexuales y de clase media o alta). Por otra, para alcanzar ese objetivo que como democracia nos hemos fijado: el de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Pues solo la cultura puede conferir a las vivencias de un grupo, en este caso las mujeres, la dignidad, la importancia y el impacto emocional, sin los cuales el grupo en cuestión no será realmente admitido de igual a igual en el conjunto de la ciudadanía (por no decir de la humanidad).
El objetivo de este subciclo de cuatro conferencias es pues ofrecer un marco de reflexión sobre algunas experiencias específicamente femeninas o que aun siendo universales son vividas de un modo particular por las mujeres. En cada uno de los casos, se tratará de analizar cómo presenta el tema en cuestión una escritora que le otorga un lugar central en su obra: la ambición para Sylvia Plath, la maternidad para Isabel Allende, el erotismo para Anaïs Nin, el papel de ama de casa para Carmen Laforet. Con su reflexión, estas autoras se constituyen en maestras: una figura imprescindible para equilibrar esta cultura patriarcal en la que vivimos, y en la que abundan todo tipo de padres simbólicos, mientras que las madres simbólicas brillan por su ausencia.