El vecino, del cómic a la pantalla. Por Pepo Pérez

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El periodista y gestor cultural Héctor Márquez me ha pedido que cuente cómo ha llegado a realizarse la adaptación audiovisual para la plataforma Netflix de El vecino, la serie de cómic que realizo desde hace quince años junto con el guionista madrileño Santiago García (Premio Nacional del Cómic 2015 junto con el dibujante Javier Olivares por Las meninas). De modo que siguen unos párrafos en los que intento poner en orden mis recuerdos sobre esta historia.

Desde que Santiago García y yo publicamos el primer álbum de la serie El vecino (Astiberri Ediciones, 2004) se habían intentado cinco o seis proyectos de adaptación audiovisual, algo que nunca buscamos de manera intencionada. Como Santiago y yo solemos decir, nosotros hacemos libros, cómics, no cine o televisión. Si estos últimos llegan, bienvenidos sean, pero nunca fue un objetivo expreso. El primero de esos proyectos audiovisuales data de finales de 2004, es decir, el año del primer tomo de El vecino, cuando dos productores madrileños nos contactaron; más tarde les seguirían otros. Supongo que los interesados veían un material adecuado, en ideas y personajes, para adaptarlo a lenguaje audiovisual —siempre se pensaron para imagen real, no para animación— porque El vecino era, al menos en el primer libro, una comedia de situación que, sin embargo, atravesaba sus momentos melancólicos en una historia que aplicaba una mirada costumbrista y cotidiana al mundo habitualmente extraordinario del superhéroe. Sí, El vecino tenía un superhéroe dentro, un  desastroso “héroe por accidente” que habitaba un barrio de una gran ciudad sin nombre pero inequívocamente española. Sus “hazañas” como superhéroe, no obstante, quedaban siempre fuera de la vista del espectador puesto que el foco de la historia recaía en el mundo ordinario, su entorno de vecinos y compañeros de trabajo, jóvenes adultos de vidas aún precarias que intentan abrirse paso, así que incluso por ese lado era una adaptación para la pantalla que no requería un gran presupuesto de efectos especiales. Sin embargo, por una u otra razón Santiago y yo no llegamos a firmar nada, una veces porque el proyecto no nos convencía; otras, porque no llegaba a cristalizar. Casi todas aquellas propuestas estaban pensadas para largometraje de cine; por entonces la producción de series no estaba tan desarrollada como hoy ni las grandes plataformas televisivas se habían expandido internacionalmente gracias a internet y los smartphones y tablets de esta década que ahora termina. Total, que ninguno de aquellos proyectos se llegó a desarrollar y, con los años, terminamos olvidando el asunto.

 

Y entonces, justo cuando ya no lo esperas… A finales de 2017, algo se empezó a mover de nuevo. En febrero de 2018, Zeta Audiovisual nos contrata la opción para una posible adaptación; cuatro meses después, Carlos de Pando, uno de los productores ejecutivos / showrunners del proyecto (Carlos había sido guionista en El ministerio del tiempo, Aída y muchas otras series televisivas; también está escribiendo para el cine), nos da la noticia de que lo van a desarrollar para Netflix. Mi sensación al leer su email osciló entre la incredulidad y la ilusión de verlo en pantalla, porque la impresión fue la de que esta vez sí se iba a hacer realmente, sobre todo por la convicción y los detalles que Carlos, amablemente, nos contó. Me explico. Hay que tener en mente que Zeta ya estaba colaborando con Netflix (suya es la producción de la serie Élite, por ejemplo, con otro equipo creativo) y desde la plataforma se habían interesado por El vecino, porque conocían el cómic. A partir de ahí, tras sucesivas conversaciones, en Netflix mostraron un interés creciente en el proyecto, así que Zeta les propuso un equipo creativo para una posible primera temporada en formato comedia. Carlos de Pando y Sara Antuña, también productora ejecutiva / showrunner de esta adaptación de El vecino (en el curriculum de Sara figuran guiones para series como Aída o Los hombres de Paco, entre otras muchas; recientemente también ha escrito junto con Carlos de Pando el guion de la película El silencio del pantano), presentaron su propuesta. No mucho después, Netflix les encargó desarrollarla, con vistas a rodar en la primavera de 2019.

El equipo propuesto constaba de los guionistas Miguel Esteban y Raúl Navarro, que habían cocreado, escrito y dirigido El fin de la comedia (2014-2017) con Ignatius Farray para Comedy Central (Paramount Comedy): también habían escrito guiones para El Intermedio y otros programas televisivos, cortos y películas (o, más recientemente, la serie Capítulo 0). Para dirigir los dos primeros episodios de El vecino y marcar el tono general habían propuesto a Nacho Vigalondo, al que Santiago y yo conocemos desde hace una década; Nacho, como lector habitual de cómics que es, siempre nos había confesado su gusto por El vecino, del que tenía todos los álbumes. La corriente de simpatía era mutua, debo decir, porque sigo las películas de Nacho con mucho interés desde que debutó con sus cortos y su largometraje Los cronocrímenes (2007). En su tratamiento personal y oblicuo de diversos géneros tradicionales de fantasía —desde los viajes en el tiempo a las invasiones alienígenas (en Extraterrestre, 2011) o los monstruos gigantes de corte japonés (en Colossal, 2016)— ofrece una perspectiva a menudo costumbrista, íntima y “a ras de suelo” de esos géneros fantásticos. Por ahí había un punto de encuentro, seguramente generacional, con el tratamiento que Santiago y yo dábamos a los superhéroes en El vecino.

En el reciente El vecino. Origen (Astiberri Ediciones, 2019), un tomo que recopila los tres primeros álbumes de la serie principal más numerosos extras, Nacho Vigalondo ha tenido la gentileza de escribirnos un prólogo en el que confiesa cómo se imaginaba su Spiderman ideal, un tebeo en el que el entorno íntimo de la identidad civil de Peter Parker pesara más hasta el punto de que “proyectase una sombra incómoda sobre las aventuras de Spiderman”, y no al revés, como sucedía en las viñetas Marvel. “El vecino resultó ser el tebeo que soñaba cuando yo soñaba con Spiderman”, prosigue Nacho en su prólogo. “No se conformaba con ser un retrato costumbrista de los tiempos muertos de una figura arquetípica, relataba un día a día que dejaba cada vez menos espacio a la identidad secreta. Y tampoco se reducía a la comedia, el mecanismo que nos viene primero a la mente, sino que se permitía el deambular depresivo con caricias metatextuales”.

He buscado en el hilo de emails que inició Carlos de Pando para contarnos —esto era a principios de junio de 2018— la noticia de que iban a desarrollar El vecino; en copia estaban Sara Antuña, showrunner junto con Carlos, y Santiago García. Copio aquí mi primera respuesta:

 

“Hola, Carlos y Sara,

(hello Santiago)

Encantados de saludarlos vía email, aquí Pepo. Es una alegría saber del proyecto sobre El vecino, así que muchas gracias por toda esta información. Como suele decirse, «la cosa pinta bien» o, para decirlo estrictamente, muy bien. De todos los proyectos que se han intentado levantar sobre El vecino, este es el que más lejos ha llegado […]. A mí también me hace mucha ilusión, estamos los dos ahora mismo muy contentos. Yo también bastante sorprendido, porque la noticia me llega «out of the blue» vía Santiago, y de repente veo que en muy poco espacio de tiempo el proyecto parece muy encarrilado; queda claro que Netflix trabaja con otro ritmo, de lo cual me alegro (especialmente por vosotros 😉

En efecto, tal como dice Santiago, estoy dibujando el cuarto volumen de El vecino, que es el más tocho de los cuatro (ahora en junio lo termino completo a lápiz, me queda tinta y color), y habrá un quinto volumen que cierre la historia principal, historietas cortas aparte (con las que nos gustaría publicar otro volumen «fuera de serie»).

Cualquier cosa que necesitéis para comentar o ayudar, aquí estoy. Solo espero que todo siga muy bien con la producción.

Abrazos,

pepo”

 

A partir de ahí la producción del proyecto se desplegó rápidamente. Durante el verano de 2018 empezaron a desarrollar los guiones; para otoño ya estaban trabajando con el casting, durante el cual, y esta es solo mi sensación, los responsables tuvieron muy en mente los personajes originales del cómic para encontrar a los actores y actrices adecuados. En el concepto, el físico e incluso, como veríamos después, a la hora de elegir la caracterización y vestuario de cada uno. En el reparto principal, para encarnar a Javier/Titán eligieron a Quim Gutiérrez; para la dinámica periodista Lola, a Clara Lago; para José Ramón, el tímido vecino de Javier que estudia oposiciones, a Adrián Pino (quien por cierto es lector habitual de cómics, también de El vecino); y a Catalina Sopelana para un personaje de nuevo cuño, otra vecina del edificio.

 

Naturalmente, trasladar a una serie audiovisual de episodios una historia que se ha contado en varios libros de cómic —es decir, historias largas que tienen su propio planteamiento, nudo y desenlace, aunque haya continuidad de un libro a otro por la evolución de los personajes— entraña numerosos cambios. El equipo de El vecino para Netflix ha hecho su versión, una interpretación propia, porque el formato de serie audiovisual tiene otro lenguaje y otra estructura narrativa, otro ritmo y velocidad, otro modo de enlazar escenas y episodios. Inciso: como me lo han preguntado mucho a lo largo de este año, lo aclaro aquí de nuevo. Santiago y yo no hemos participado en la producción de esta adaptación, y bien está que así sea. Como decía al principio, nosotros hacemos cómics, no cine o televisión. Por otra parte, tener en la producción audiovisual a los autores de la obra original, en mi opinión, puede terminar siendo un elemento extraño que coarta a los cineastas; como tener a alguien mirando por encima del hombro todo lo que haces. Los principales conceptos y personajes de El vecino, el cómic, están ahí, aunque El vecino, la serie Netflix, sea diferente. También, como es lógico, porque el equipo creativo le ha dado su propio tono y han optado por el camino de la comedia “pura”.

Merece la pena detallar alguno de esos cambios porque revelan cuestiones interesantes sobre la traslación de lenguajes. Por ejemplo, el disfraz de Titán. Si lo hubieran mantenido literalmente en pantalla, es decir, un traje de tela simple, lo que en las viñetas dibujadas queda como un disfraz de superhéroe clásico —un cliché de tebeo que asumimos a estas alturas sin cuestionarlo—, en imagen real se convertiría en un tipo con un pijama colorido y ridículo, lo que habría situado la obra en el terreno de la parodia, para empezar. Pero El vecino no es una parodia de los superhéroes, es otra cosa. La traslación del disfraz dibujado de cómic al traje real que lleva un actor o actriz, dicho sea de paso, fue uno de los principales problemas con el que tuvieron que lidiar las modernas adaptaciones audiovisuales de superhéroes en el cambio de siglo. Otro ejemplo de esas desviaciones respecto al cómic en El vecino de Netflix: la media máscara que deja visible la mandíbula del superhéroe, como la del Capitán América o de nuestro Titán, es “creíble” en dibujo de cómic. Pero con un actor de carne y hueso no resulta verosímil que ese tipo de máscara permita ocultar su identidad secreta, y menos ante quienes le conocen en su vida privada: si bajo la máscara pudiésemos ver la mandíbula de Quim Gutiérrez / Titán, sería demasiado evidente que es la misma de, ejem, Quim Guitérrez / Javier. De ahí la elección de máscara completa para el Titán de la pantalla, aunque sí hayan mantenido la combinación de colores del disfraz original (que Santiago y yo no elegimos a la ligera precisamente allá por 2002, cuando empezamos a concebir el cómic).

 

Por supuesto, visitar el rodaje en Madrid y conocer en persona a buena parte del equipo técnico y creativo fue una experiencia fantástica. Allí acudimos Santiago y yo en marzo de 2019, cuando dio comienzo el rodaje en un inmenso plató construido en una nave de Ciudad Lineal, donde Sara Antuña, Carlos de Pando, Nacho Vigalondo, Nahikari Ipiña, Aritz Cirbián y el resto del equipo nos recibieron con las puertas abiertas. En su camerino, el actor Adrián Pino quiso hacerse un par de fotos con Santiago y conmigo (“esta se puede poner luego enmarcada en el decorado de mi apartamento, como si ellos fueran mis profesores de universidad o mis tíos”, bromeaba), y más tarde nos reímos mucho con las ocurrencias de la actriz Catalina Sopelana durante la cena de catering, ya de noche. Los muy jóvenes Adrián y Catalalina son los actores menos conocidos del elenco principal, pero creo que no por mucho tiempo porque su trabajo va a llamar la atención. Por su parte, Quim Gutiérrez le da a Javier / Titán su característica “desfachatez encantadora”, y Clara Lago ha aportado su propia personalidad a Lola, pero al mismo tiempo, creo, también evoca esa mezcla de carácter decidido, iniciativa profesional y angustia emocional propia de la Lola del cómic.

Tengo que subrayar que pasear por decorados inspirados en tus viñetas, un escenario que ahora existe en nuestro mundo, tiene mucho de irreal. Santiago y yo no parábamos de mirarnos en el plató, pensando eso mismo. El director artístico de la serie, Javier Alvariño, había hecho un trabajo magnífico, muy creativo pero al mismo tiempo respetuoso con el espíritu original. Por ejemplo, el decorado de la casa de Javier sigue muy de cerca el desordenado apartamento del cómic, lleno de destartalados sofás y muebles “castellanos” de los años setenta, como los de tantos pisos familiares que hoy se alquilan a jóvenes y estudiantes. Javier Alvariño también nos enseñó el bar “de barrio” que había creado, completamente auténtico, con sus tapas en el mostrador y sus taburetes de cuero para la barra. Otro detalle que me conmovió particularmente fue que, a la hora de rodar en exteriores urbanos, habían localizado en el barrio madrileño de Las Águilas, cerca de Cuatro Vientos, en una zona de bloques de vivienda de protección oficial típicos de los sesenta y setenta como los que yo dibujé en El vecino, inspirados en la barriada malagueña donde me crié: Ardira, entre La Luz, La Paz y Sixto, no muy lejos de La Térmica. Hay muchos barrios así por toda España, con bloques masivos de paredes de ladrillo visto, y ese tipo de elementos compartidos son cruciales a la hora de mantener la idiosincracia de El vecino. Al mismo tiempo, esos elementos locales son los que dan personalidad a las obras ante espectadores de otras latitudes. Los universales humanos suelen encontrarse en lo que para uno mismo es particular, cotidiano, corriente, precisamente porque esa cotidianidad resulta extraña para quienes viven en lugares y culturas diferentes. Ese extrañamiento —un efecto que, por cierto, también introduce el elemento fantástico del superhéroe dentro del costumbrismo vecinal— permite empatizar al detectar lo común, lo universal, a espectadores de otros países o culturas.

La profesión audiovisual es una bastante dura; un trabajo no solo intelectual y creativo sino también muy físico, y creo que a veces no somos conscientes de eso. Hay decorados que construir y pintar “temáticamente”; hay que crear vestuarios y maquillaje, hay que sonorizar, iluminar, rodar… son horas y horas de rodaje, de repetir planos, de corregir sonido e iluminación, a veces trasnochando o madrugando mucho. Yo llegué muy cansado a la cama a las tres de la mañana, y eso que solo estuve de visita en el plató, mirando discretamente sin hacer nada; imaginaos el equipo, que se tuvo que quedar rodando hasta más tarde. Como me comentaba Santiago, ya en su piso madrileño, no es extraño que cineastas como Quentin Tarantino afirmen que se retiran de la dirección de cine antes de cumplir sesenta, o que terminen su carrera dedicados a producir y escribir, dejando la dirección en manos más jóvenes. El rodaje es un “campo de batalla” donde solo los “fuertes” sobreviven. Por eso mismo sorprende tanto que alguien como Martin Scorsese, 77 años cumplidos, haya dirigido una producción de la envergadura de El irlandés (2019), casualmente financiada también por Netflix.

Volviendo al rodaje de El vecino, que continuaron otros directores después de los episodios dirigidos por Nacho Vigalondo, una vez concluido vino lógicamente la fase de montaje y posproducción, con efectos visuales a cargo de El Ranchito, y una cuidada selección de canciones que suenan en cada capítulo. Los dos primeros episodios se preestrenaron a mediados de noviembre en el Festival Internacional de Cine de Gijón, y la primera temporada de la serie se estrenará completa en la plataforma Netflix al filo del nuevo año, el 31 de diciembre de 2019.

Por nuestra parte, y aunque Santiago y yo hemos seguido trabajando esta década en El vecino, no cabe duda de que esta adaptación para Netflix ha atraído una nueva atención sobre la serie de cómic. Por eso, además del mencionado tomo El vecino. Origen, que acaba de llegar a las librerías, hemos publicado también a finales de octubre El vecino. Historias (Astiberri Ediciones, 2019), otro tomo que recopila por primera vez todas las historias cortas vecinales que hicimos para revistas como El Manglar o NSLM, más un montón de material inédito, nuevo por completo, que hemos confeccionado a lo largo de 2019 (la última historieta, por cierto, la dibuja Rodrigo Zayas, quien se ha encargado de los storyboards y el concept art para el diseño de personajes de El vecino de Netflix). En una de esas historias nuevas, titulada “La película”, Javier y Lola visitan el plató del rodaje de una adaptación al cine de las aventuras de Titán. Lo que ocurre a continuación no guarda ningún parecido con la realidad, entre otras cosas porque Santiago escribió el guion antes de nuestra visita al rodaje real, pero en las viñetas, dibujadas después de esa visita, yo sí que me inspiro en los decorados que ví allí. Por eso me gustaría cerrar estas líneas citando de nuevo el prólogo de Nacho Vigalondo para El vecino. Origen, donde destaca como una de las alegrías que ha tenido en esta adaptación “la visita de Santiago y Pepo al rodaje. Su sonrisa al perderse dentro de los decorados de la serie, sintiéndose dentro de algo que una vez, en el cambio de siglo, estuvo dentro de ellos”.

 

El vecino. Origen (Astiberri Ediciones, 2019) y El vecino. Historias (Astiberri Ediciones, 2019) se encuentran en librerías de toda España.

La exposición Por el vecindario…, que muestra el proceso creativo para los cómics de El vecino, estará abierta en la Facultad de Bellas Artes de Málaga hasta el próximo 12 de diciembre de 2019.

El vecino, la serie de Netflix, se estrena mundialmente en dicha plataforma el 31 de diciembre de 2019.

 

Trailer:

 



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